Patrimonio
IMPRESIONES
EZEQUIEL ROCHA LLOBREGAT
Es Miércoles de Ceniza. Todavía en las calles hallamos a nuestro paso, bien entrada la mañana, restos desperdigados, “trofeos” del Carnaval.
Una comparsa no de la villa, luciendo su amarillento y percalinesco traje, precedida de un pendón, o lo que sea, pasea al ritmo de bombo, tamboril y estridentes platillos. Es el ocaso de Momo, pensamos, que se bate en retirada forzosa. Se nos ofrecen “versos” —quizá ni mejor ni peor medidos que hechas resultarán estas “Impresiones”— los que no aceptamos.
Subimos empinada cuesta que conduce al templo de la diosa Themis. Jamás, justicia menuda alguna — que diría un ilustrado juez excedente— pudo elevarse a más elevado pináculo. Unas escaleras más… y basta. Hemos llegado.
Henos aquí cumpliendo nuestro deber y, terminado, retornamos a nuestro lar por el mismo camino, pues no tenemos otro. Cuesta abajo, dícese que todos los santos ayudan.
Aun cuando día de trabajo, esta buena gente viene de la iglesia parroquial de cumplir un deber religioso: la imposición de la ceniza “memento homo, quia pulvis est”, etc.
La conversación con unos vecinos nos hace detener la marcha y apreciar las grandes cantidades de tierra que el agua pertinaz, infiltrándose, hizo caer a uno y otro lado del camino.
Efectos del invierno, nos decimos filosóficamente. Con unas cuantas pesetas y tiempo todo habrá de arreglarse por nuestro Ayuntamiento. Dios nos dé en qué entretenernos mientras, y ya que la cuestión es pasar el rato, lo mejor posible, sin grandes dispendios de economía casera, con los que no comulgamos, por no permitirlo nuestras fuerzas, hacemos honor al yantar familiar preparado por nuestra ilustre y amada cocinera (que Dios conserve por muchos anos), émula infatigable de aquel ilustre Picadillo, príncipe inimitable del fogón, de ilustre prosapia nacido y, como buen español, profesor titulado de la ciencia y arte de enmarañar o desenmarañar cuestiones, sino propias, ajenas, pues ostentaba además del otro, el honroso pergamino de licenciado en Derecho…, y nos dirigimos a tomar café a un kiosco.
La casualidad nos depara aquí a un clérigo y a un ex-aspirante a tal. Empéñanse en que les acompañemos hasta Fontán. No bastan nuestras exculpaciones.
La obstinación de aquellos amigos nos hace levantar del asiento, abrigarnos con nuestro gabán, armarnos de paciencia y caminar.
Tarde cruel. Mucho frío. Las olas, en su empuje han separado de su línea parte del malecón; en otros lados el pretil viene al suelo. La parte de carretera que llega hasta la fuente de la “Barrosa” aparece descarnada. Tenemos la suerte, al pasar, de no ser “bautizados” por el oleaje.
Tira, tira, llegamos a Fontán. Cruzamos sus laberínticas e intrincadas rúas que son malas, malísimas corredoiras. Nada de higiene. Aquí y acullá, por doquier, álzanse montículos de algas, que habrán de servir para nutrición de plantas.
Carece el pueblo de alumbrado eléctrico y de todo otro. Consérvanse, si, no sabemos si para mofa, restos de antiguos faroles, en su día alimentados por petróleo. Todo da la sensación de pobreza, de abandono.
A un kilómetro de la urbe, y siendo un pueblecito, en sus condiciones naturales tan lindo, y sus moradores tan laboriosos como cuadra a honrados pescadores, las arcas municipales no han derramado, siquiera por una sola vez, en beneficio del mismo su protección paternal y largueza.
Avanzamos. ¡Un abismo en el centro del pueblo! Pero ¿qué es esto? —preguntamos, ingenuamente. Señor, se nos responde: el temporal de estos días, el mar, nos ha llevado los restos de la muralla natural —es tierra arcillosa— que, aunque insegura, nos servía de camino.
Repetidas veces hemos interesado se hiciera un muro de contención. Nadie nos ha querido oír. Sin duda nuestros lamentos, nuestras súplicas, se han perdido en el vacío. ¡Pobre gente! ¡Cuánta razón y cuánta justicia les asiste!…
Seguimos. En los restos de una casa, que la separa del inminente peligro descrito poco más de un metro, atisbamos un felino entre un montón de mal oliente paja.
Morazón. Ruinas de un castillo o fortificación. Troneras, todavía en pie. Inmenso depósito de deyecciones humanas, en total.
Adelante, “Pena da Herba”. Nos enfrentamos con ella. Un viejo y acomodado lobo de mar, nos dice: allí Redes, allí la Bailadora, más allá Mugardos…
La mar rompe impetuosa, sobre los acantilados de la costa. Magno, prodigioso, sublime es el cuadro que la Naturaleza brinda a nuestra atención…
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …
¿Es posible, Señor y Dios mío, que ante tanta grandiosidad y belleza haya quien se atreva a negarte? Imposible.
“Soli Deo honor et gloria et alleluia”.
O Partido Popular, que a través da súa actuación nos gobernos municipais foi o principal responsable da destrución de boa parte das construcións modernistas de Sada, anuncia agora a celebración dunha Feira Modernista.
A idea de facer unha festa modernista ten que ir acompañada da necesaria divulgación do noso patrimonio, para lembrar o que por desgraza xa perdemos e protexer o que aínda queda.
O BNG de Sada, que sempre mantivo un compromiso coa conservación, pretende, mediante a edición do presente video e dun caderno, dar a coñecer a Sada dos anos 20 e os seus vestixios arquitectónicos.
M. Pérez Lorenzo
O Castelo de Fontán ten un gran valor histórico, artístico e patrimonial, xunto á Punta Corbeiroa constituen as coñecidas baterias defensivas que ilustran o escudo de Sada. Tamén reciben o nome de Portas Ártabras xa que se lles supon esa utilidade desde época preromana, e asi os antigos ártabros, a tribo céltica que agrupada en diferentes cláns habitaban as rias de Ferrol, Ares, Betanzos e A Coruña, asexaban desde esta punta a chegada de posibeis visitas. Tamén se rexistra aqui unha importante fazaña protagonizada por Manuel Colmelo Freire de Andrade, ao máis puro estilo galego. Segundo nos refire Lugrís Freire o 1 de xuño de 1809 chegaron á vila un oficial francés e 20 soldados a cabalo que lle solicitaron ao noso protagonista que lles proporcionara unha lancha para cruzar a ría. Colmelo asi o fixo, mais, xa de camiño, retirou unha táboa da embarcación afundíndoa, fito este decisivo, según Lugrís Freire para vencer aos franceses na famosa batalla de Ponte San Paio en Pontevedra. O Castelo de Fontán está catalogado como Ben de Interese Cultural desde o ano 1949, polo tanto outro valor máis a conservar e preservar, xa que é un dos poucos monumentos históricos que conserva o Concello de Sada, onde, nas últimas décadas, por desgracia, foron desaparecendo moitos deles, a pesar de posuir un grande valor cultural, arquitectónico, histórico e patrimonial, as máis das veces debido a especulación urbanística sen xeito e a despreocupación institucional.